Impulsada por el deseo de ofrecer más opciones para los entusiastas del espresso, incluso aquellos con conocimientos limitados, como yo. Desde el primer día, me enamoré de la rutina del café: madrugar para preparar la máquina, escuchar el sonido del vapor en las lancetas, ver a la gente ir y venir, y formar parte de su cotidiano. En poco tiempo ya estaba leyendo y estudiando todo lo que encontraba sobre café.
No podía dejar de preguntarme cómo, hace 600 años apenas, el café era una bebida consumida en algunas comunidades árabes, y ahora se consumen unas 2600 millones de tazas al día en el mundo. ¿Como pasó? Mi propio viaje en el mundo del café también ha sido complejo y a veces dramático. Después de cursos, certificaciones y muchas catas de cafés, me di cuenta de que los sabores eran poco familiares para mis clientes y que al final preferían el café de siempre. Así que, aunque me fascinaba la ciencia detrás del café, lo que realmente me atraía iba mucho más allá de la química.
Con el tiempo, me di cuenta de que el café no se puede separar de su historia. Una idea contradictoria cuando hablamos de un producto de consumo masivo, el cual a menudo oscurece los rostros e historias de quienes lo producen. A través de mi historia con el café, los lugares y momentos a los que me transporta, comprendí mi conexión con esa cualidad mística que posee como catalizador de recuerdos y evocador de sentimientos.
En aquel entonces, elaboraban Qahwa utilizando el fruto completo del cafeto e incluso las hojas, por lo que probablemente no tenía un sabor muy agradable. Más adelante, con la llegada del café a América, vino un fenómeno de crecimiento sin igual en el consumo y en la actualidad la industria del café provee el sustento de millones de personas.
El café mexicano, por ejemplo, es el resultado del trabajo de más de 560,000 productores en 14 estados del país. Cultivado a la sombra y siguiendo prácticas tradicionales, a diferencia de otros países en donde son monocultivos expuestos al sol y tratados con productos químicos, las variedades de café mexicanas se desarrollan en ecosistemas ricos, lo que le otorga una singularidad y calidad excepcionales que a menudo se pierde en la producción industrial.
Este proyecto también es un esfuerzo para disminuir la distancia entre el origen y la taza y que las relaciones entre quienes lo hacen posible sean también más estrechas y equitativas. Al elegir un BUEN café mexicano, no solo estamos disfrutando de una taza deliciosa y única, sino también contribuyendo a la preservación de la biodiversidad, la cultura y la economía de las comunidades cafetaleras.
En Tempestad, creemos que el café es más que una bebida, es algo personal, cotidiano, ritual y que amerita una pausa. Por eso elegimos los mejores cafés mexicanos, seleccionados cuidadosamente y los tostamos con calma. Queremos que tu experiencia cotidiana de café permanezca en tu paladar y en tu memoria y que te acompañe durante el día como buen augurio.